Otra de las materias que, al parecer, vamos a tener que cambiar después de la pandemia del COVID-19 (y dicen cambiar no adaptar, o modular; no, “cambiar”) es el Urbanismo. Es más, hay que diseñar una ciudad pos-COVID-19, al parecer, pero ¿y la ciudad que necesita Madrid, que necesitan sus habitantes?

Para Madrid, en realidad, esto no es sólo una necesidad ahora impuesta por ese COVID-19, sino una necesidad urgente cuando la capital del Reino sigue con un Plan General ¡de 1997!

Cierto es que se intentó, en el año 2015, y se llegó a generar un Avance de Plan General que, finalmente, no salió adelante y no siguió su curso; a nadie se le escapa, ahora, que fueron más bien criterios “no urbanísticos” los que bloquearon la continuación de ese planeamiento. Como tuve el privilegio de representar al Ilustre Colegio de Abogados de Madrid en las mesas de trabajo que el Excmo. Ayuntamiento constituyó para ello, me permitiré aseverar que -a mí personalmente- me pareció un buen Avance y -sobre todo- una buena línea a desarrollar en un posterior Plan General para la Ciudad de Madrid.

Pasado el tiempo y padecida (aun padeciendo) esta pandemia, escuchamos de forma constante, al menos habitual, que hay que revisar el Urbanismo y que éste viene condicionado -en parte- por determinadas cuestiones que nos ha enseñado esta crisis. Se habla, siempre, de una ciudad sostenible y de urbanismo sostenible. Esto último es un motivo más, para trabajar en esa línea que marcó el Avance de 2015.

Veamos objetivos o, cuando menos, cuál es el desideratum:

1º Más espacio para el peatón.

Parece claro que, como primera consecuencia, tendremos que generar más espacios peatonales. En dos sentidos: tanto en zonas destinadas a ello, como en las superficies de las que gocen esos espacios peatonales. Necesariamente, esto ha de pasar porque los edificios (sean de viviendas, sean de equipamientos) ocupen menos espacio, tengan menos “huella”; es decir, más altura y menos ocupación.

2º Reducción del tráfico y de la presencia de vehículos.

Dejando de lado la imposibilidad absoluta de prescindir del vehículo privado y de obligatoriedad del respeto a que el ciudadano lo tenga, este punto implica tener en consideración dos cuestiones: primera, que todas las familias van a seguir teniendo coche, van a seguir yendo de vacaciones o a sus segundas residencias fuera de Madrid o -simplemente- ejerciendo su libertad, van a elegir y poder elegir tener coche, o no; con lo que, si lo que se pretende es que haya los menos coches posibles y recuperar espacios para los peatones, habrá que seguir construyendo aparcamientos bajo rasante. Y segunda, que para fomentar ese “no uso” del vehículo privado y que “se esconda” durante -al menos- la semana laboral para los desplazamientos dentro de la ciudad para trabajar, debe ser posible el uso del transporte público de forma práctica y eficaz. Ambas consideraciones pasan por recuperar la habitabilidad en la ciudad, el regreso a Madrid de M-30 hacia dentro.

3º Más espacios libres.

Para lo que huelga abundar en lo mismo ya citado en el número 1º: debemos ocupar menos superficie con las edificaciones para destinar espacio al esparcimiento. Más altura, menor ocupación, más espacio libre de edificación. Por supuesto, esto tiene sus modulaciones dependiendo de las manzanas, la anchura de las vías, etc.

4º Sostenibilidad.

Este es otro de los motivos para recuperar la vida en la ciudad, en su casco urbano. Una ciudad que deja de expandirse en horizontal ampliando su “mancha” de casco urbano, será más sostenible en todos los aspectos. Madrid ya ha ampliado su casco edificado de forma suficiente con los planeamientos de desarrollo terminados y en tramitación, y es momento de rehabilitar espacios en el casco. Esto provocará que la ciudad consuma menos energía para todas sus actividades, tanto la ciudad (como ente de servicios) como sus habitantes; necesitará emplear menos elementos, menos recursos, para que los servicios de la ciudad funcionen (pues recogerá la basura de los mismos habitantes concentrados en 1 ó 2 manzanas, y no en 10 manzanas de chalés unifamiliares o adosados); o no precisará invadir los suelos adyacentes a zonas forestales o desmantelar industrias que estaban alejadas del casco habitado.

5º Acceso a vivienda.

Esto sigue siendo una cuestión de oferta y demanda, y se debe lograr ampliar la oferta. Y ello se hace no sólo generando más PAUs como hizo en el Plan General vigente, sino ahora mirando hacia dentro de la ciudad y fomentando que sea rápido y rentable rehabilitar edificios, que sea posible construir viviendas asequibles dentro de la ciudad, que sea ágil y rentable la rehabilitación de barrios o zonas de barrios que lo piden a gritos para ser un ciudad del siglo XXI. Debe generarse una oferta en la capital que permita a todos los niveles adquisitivos acceder a vivienda, en alquiler y en compra, y eso -desde luego- pasa porque haya más oferta dentro de la ciudad, y a buen seguro lograremos, también, ese objetivo 2º, menos coches. Parte de ese trabajo ha de ser poner en marcha el parque público de suelo, y no para obtener plusvalías, sino para ampliar la oferta de vivienda.

6º Desarrollo económico.

Todo lo anterior no es posible sin capacidad económica, con capacidad productiva que genere empleo, y el empleo sólo lo genera la empresa. Si una cosa nos ha enseñado (también) esta crisis, es la enorme dependencia que tenemos de que China y otros países de Asia produzcan todo lo que consumimos. Debemos proteger el Medio Ambiente, por supuesto, pero es que es posible protegerlo o restaurarlo teniendo ese tejido productivo, lejos de los cascos urbanos donde debemos volver a vivir, porque no todo lo que está sin edificar debe ser protegido, no es “intocable” todo el suelo y debemos poder generar empleo.

Recuperemos, pues, la ciudad para vivir, y las afueras para producir. Eso es lo verdaderamente sostenible, para la Ciudad de Madrid y, sobre todo, para sus habitantes.

Fdo.: Javier Martín-Merino y Bernardos